SIGLO XVI


SEVILLA se encuentra sumergida en la aventura américana y bebe de todos los caudales que llegan desde las Indias. Por el Guadalquivir llegan impresionantes navíos cargados con los tesoros más grandes jamás vistos en esta tierra. Naos que arriban y naos que zarpan en busca de nuevas andanzas en el mundo descubierto al otro lado del océano. En el Archivo de Indias quedan registrados todos los viajes que parten desde el puerto sevillano; en sus gradas y en las de la Catedral se anuncian nuevos viajes y se reclutan a los hombres que osan embarcarse en la aventura américana. En las Reales Atarazanas se reparan las naos dañadas, al mismo tiempo que se construyen nuevos barcos y se desmantelan viejas naves. En la orilla del Arenal, junto a la Torre del Oro, las labores de carreteros y toneleros se multiplican por diez cada día que pasa, no dando abasto a descargar tanta mercancia importada como llega a los muelles hispalenses.

Asomados a la azotea almenada de la Torre del Oro, contemplamos una ciudad entregada a las riquezas provenientes del Nuevo Mundo, con un trasiego comercial sin parangón en todo el globo terraqueo. Del mismo modo que un hambriento calma su su ansia en un banquete de ilusiones, Sevilla vive sumisa de los tesoros que desembarcan. La ciudad, como si hubiera vendido su alma al diablo, se aleja de la fe y aparca sus valores religiosos de manera indefinida. La soberbia, la lujuria, el egoismo y el pecado campan a sus anchas codeandose frente a frente del mismisimo coloso catedralicio. Ha nacido un nuevo becerro de oro al que idolatra el pueblo sevillano, encarnando en sus entrañas el mayor de los pecados.

Hoy vives en la riqueza y en la abundancia; tus calles están repletas de brillantes y de esmeraldas, calles condenadas en las que el diablo coloca puertas hacia su reino oscuro y compra almas cada minuto que pasa. ¿Qué será de ti, Sevilla, cuando se agote el suministro?; ¿quién se acordará de ti?, ¿quién vendrá a levantarte y a rescatarte del olvido a la que serás condenada?. Hoy vives de lo pasajero, de lo efimero, y todos aquellos que te alzaron en cada esquina y te prometieron amores eternos, no se acordarán de ti cuando mañana amanezca. Recordarás con dolor el esplendor vivido y te darás cuenta entonces de tu pecado.

Regocijate ahora, Sevilla, mientras el tiempo está de tu parte. Date baños de oro, juega entre las perlas que te llegan del Darién, ciegate de entusiasmo frente a las esmeraldas que expoliaste en el Muzú, deja seducirte por los caudales que te brinda el Potosí y juega a creerte inmortal frente a los ojos de Dios, que día a día aumenta tu infidelidad y crece tu pecado.

Año de 1499

En este año, último del siglo XV, el caballero D. Juan de Monsalves, nieto de Mosén Per de Tous (quien descubrió en 1380 la Imagen gloriosa de la Virgen de la Hiniesta) donó a la Hermandad la generosa cantidad económica de doce mil maravedíes.

Año de 1497

El 4 de octubre de este año, se produce un hecho luctuoso: fallece el Infante D. Juan, el único hijo varón de los Reyes Católicos, en quien estaban depositadas todas las esperanzas de la Corona de Castilla y Aragón. Con tan solo 19 años muere en los brazos de su preceptor y maestro, Fray Diego de Deza, en la ciudad de Salamanca. Curiosamente, Fray Diego de Deza se convertirá en Arzobispo de Sevilla en el año 1504.

Año de 1496

El "Maestre Ximón" (probablemente se deba al famoso Simón de Colonia) diseña un impresionante y osado cimborrio para la Catedral de Sevilla, de planta poligonal y vertiginosa altura. Sin embargo, esta obra estaba destinada al fracaso, ya que un error de cálculo en los pilares que lo soportaban acabaría por precipitarlo contra el suelo, en el año 1511.

Año de 1495

En este año fallece el Cardenal de nuestra ciudad, D. Pedro González de Mendoza. Le releva en su cargo su sobrino, D. Diego Hurtado de Mendoza, quien presidiría nuestra Archidiócesis hasta su fallecimiento, en el año 1502.

Año de 1494

En este año consta que hubo un nuevo brote de epidemia de peste en el barrio de Triana. El rapido aislamiento de los afectados hizo que se evitaran males mayores y que la epidemia desapareciese con prontitud.

Año de 1492


Después de que Portugal, Francia e Inglaterra rechazaran los ambiciosos proyectos de Cristobal Colón, en 1491 encontró el apoyo necesario por parte de los Reyes Católicos para llevar a cabo la osada aventura de alcanzar las Indias por el oeste. El acuerdo entre el navegante y la Corona Real española quedó sellado en 1492, en las Capitulaciones de Santa Fe, campamento de los Reyes durante el asedio a Granada.

En su viaje participarían 120 hombres repartidos en tres navíos, las tres famosas carabelas de las que dispuso Colón: la Pinta, la Niña y la Santa María. La primera estaba al mando de Martín Alonso Pinzón; la segunda se encontraba a cargo de su hermano, Vicente Yáñez Pinzón, y la tercera la comandaba el propio Colón. Aunque verdaderamente, solo las dos primeras eran carabelas ya que la que comandaba Colón era una carraca o nao más poderosa que las anteriores.

El día 3 de agosto zarparon del puerto de Palos rumbo a las recién conquistadas Islas Canarias, y de aquí tomarían rumbo hacia lo desconocido en la jornada del 6 de septiembre. Después de un mes de navegación sin divisar tierra alguna, la incertidumbre se apoderó de la tripulación. Cristobal Colón tuvo que hacer frente a dos motines, el más grave el acaecido en la jornada del 10 de octubre, viendose obligado a prometer a la tripulación que si no se divisisaba tierra en un plazo de tres días se emprendería el retorno a España. Dos días más tarde, cuando estuvo a punto de expirar el plazo fijado, Rodrigo de Triana avistó tierra desde su mastil vigía. Corría el 12 de octubre de aquel año cuando pisaron tierra por primera vez desde que partieron de España. Llegaron a la isla de Guanahaní, a la que Colón bautizó con el nombre de San Salvador. El 26 de octubre descubrió Cuba y el 6 de diciembre Santo Domingo (La Española). Precisamente, en las orillas de esta isla se hundió la nao principal, la Santa María, el 25 de diciembre de 1492, siendo utilizados sus restos en la construcción del Fuerte de La Navidad, convirtiendose en el primer asentamiento español en América.

Las dos carabelas restantes regresaron a España, partiendo de Santo Domingo el 4 de enero de 1493. En el viaje de regreso una tremenda tempestad produjo que las naves se separasen en medio del oceano, llegando la Pinta en primer lugar a Bayona el día 1 de marzo, y la Niña, en segundo, a Lisboa el 4 del mismo mes. Once días después, en la jornada del 15 de marzo, arribaron ambas naves en el puerto de Palos, concluyendo así el primer viaje de Colón a América.

Año de 1490

Tiene lugar en Sevilla el primer Sínodo Diocesano, en el que se ordenó que en las parroquias existiesen libros donde registrar a los nuevos bautizados, costumbre que luego se convertiría en ley en la Iglesia con el Concilio de Trento.

Año de 1485

Según relata Ortíz de Zuñiga, en este año la ciudad padeció la acometida de una nueva riada a causa del desbordamiento del río. Las autoridades locales se vieron obligadas a pedir ayuda a la Reina Isabel, quien nombró una comisión encabezada por Fray Juan, Obispo de Cádiz, a fin de paliar los daños de esta inundación. Del mismo modo, Isabel la Católica donó la cantidad de diez mil maravedíes por año a fin de limpiar la Vega de Triana, que era el lugar por donde más peligro entrañaba el río cada vez que se desbordaba.

Este mismo año, D. Diego Hurtado de Mendoza, Obispo de Palencia y sobrino del Cardenal de Sevilla, D. Pedro González de Mendoza, es destinado a la Archidiócesis hispalense, manteniendose en ella hasta el fallecimiento de su tío en el año 1495.