Año de 1511.

Como anunciabamos en el año 1506, un error de cálculo en los pilares de la Catedral que soportaban el cimborrio, acabó en desastre al derrumbarse en medio de un estruendo impresionante. Sucedió el 28 de diciembre de este año, festividad de los Santos Inocentes.

A causa de esta fatalidad, en la que milagrosamente no hubo de lamentar victima alguna, nuestro Arzobispo D. Diego de Deza ordena pregonar un bando mediante el cual se solicitaba ayuda urgente al pueblo para desescombrar las naves catedralicias, concediendo gracias e indulgencias a todas aquellas personas que se prestasen a estas labores. Según parece, la respuesta del pueblo fue tremendamente solidaria, pues en tan solo un día, el Templo catedralicio quedó limpio.

De la misma forma, Fray Diego de Deza logró la donación de diez mil ducados para las obras de restauración del Templo, así como cien mil doblas de oro destinadas al dorado y al forjado del Altar Mayor y de la reja de su Capilla, así como del coro y de los dos púlpitos, donación llevada a cabo por los Reyes Católicos.