Año de 1512.

En los días del 11 al 15 de enero de este año, nuestro Arzobispo D. Diego de Deza, convocó un Concilio Provincial en el que se aprobaron 64 cánones que abarcaron los más diversos aspectos de la disciplina eclesiástica, con el objetivo de instruir al pueblo y acercarlo a la Iglesia, tras el rumbo que había tomado la ciudad originado por el comercio con las Indias. Deza dió disposiciones para que todos los clérigos comulgasen al menos tres veces al año, así como la obligación de abandonar a sus concubinas, de no asistir a los bautismos y matrimonios de sus hijos y la de conocer la lengua latina antes de recibir ordenes sagradas. Para ello era necesaria, por tanto, una catequesis y gracias a este Concilio ven la luz otras disposiciones que obligaban a todos los párrocos a enseñar a sus feligreses los artículos de la fe, los cuales deberían encontrarse escritos y colgados a las puertas de todas las iglesias de la ciudad hasta que fueran aprendidos por el pueblo. Estas enseñanzas comprendían los Sacramentos, las obras de caridad y las oraciones que se deben conocer y pronunciar por todo buen cristiano. De esta manera se ordenaba que cada domingo se leyeran y explicasen en las misas, por ser el día que más feligreses acudían a la iglesia.

Durante este Concilio, Fray Diego de Deza pronunció dos sermones en latín, en la Capilla de San Clemente de nuestra Catedral, habilitada como Capilla Mayor tras el desplome del cimborrio el año anterior.

En este año llegan a Sevilla un grupo de religiosos mínimos encabezados por el corrector provincial fray Pedro de Almodóvar junto a diez frailes profesos más, procedentes de su Convento de Écija, con el fin de establecerse en la capital hispalense bajo licencia otorgada por el Arzobispo Fray Diego de Deza. Se instalaron en la centrica collación de San Miguel, junto a la parroquia de este nombre, estancia que se mantuvo durante cuatro años, pues en 1516 se establecen en Triana, fundando un año después, el Convento de la Victoria, ubicado en la Cava vieja de los gitanos.

Y concluímos este año anotando el fallecimiento en nuestra ciudad de D. Américo Vespucio, de quien América recibió su nombre y que fue piloto mayor de nuestra Casa de Contratación.